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Danza gallega: Historia  a través de  movimientos

  • Sofía Merino
  • 12 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

Nació como punto encuentro en las aldeas. Las personas compartían en las plazas de los pueblos como forma de celebración para fiestas importantes. Con gaitas y cantareiras, daban vida a sus pasos. Al pasar el tiempo, los bailes se fueron pasando por generaciones y aquellos movimientos y música se instalaron en las raíces de los gallegos. Hoy, después de muchos años todavía existen quienes intentan mantener esa tradición.

La muñeira, es la danza común entre los distintos pueblos, en algunas zonas le llaman gallegada, pero consiste en los mismo, un baile campesino que se hacía en los molinos mientras las personas esperaban la molienda para la harina. Al son de la celta de la gaita como instrumento principal, y otros elementos como el redoblante o el tamboril, los aldeanos danzaban en un ritmo alegre y constante.

Con pequeños saltos, los pies se cruzan para crear movimientos cortos al ritmo de la gaita. Sus brazos permanecen elevados, mientras se luce su vestimenta típica de faldas largas de colores con un mandil negro y cofias en el cabello en las mujeres. En el caso de los hombres, usaban una camisa blanca cubierta por un chaleco, en general de color negro, y unas polainas sobre los pantalones acompañado de unos zuecos.


Existían diferentes trajes, dependiendo la ocasión y también cambiaban la forma de danzar dependiendo del lugar geográfico donde se bailara.

Pareciera que estas prácticas fueron quedando en el olvido con el pasar del tiempo. Sin embargo, aún existen lugares en donde la gaita y el murullo de los zuecos no han dejado de sonar.

Donde la gaita sigue viva

El Bar Casa Das Crechas, es uno de esos sitios, que se aparta de las cámaras de los turistas y simplemente la gente disfruta de un buen trago gallego acompañado de quienes deciden animarse para articular esos movimientos que guardan tanta historia.

La atmosfera es casera, la lengua gallega se toma el sonido de ambiente del lugar. Las luces tenues y su apariencia de taberna antigua, sin duda convierten a este rincón en un espacio de encuentro con el pasado. Sin esperar por la molienda, ni faldas largas de con mandiles, pero con el mismo espíritu por querer conectarse entre los demás aldeanos. El escenario cambió, pero la esencia queda.

“Creo que é xenial que hai lugares como este, porque a cultura galega non é coma o flamenco, é dicir, un andaluz que non sabe bailar o flamenco, con todo, un galego que non sabe nada sobre danzas tradicionais non lle importa, entón hai xente que intentan preservar e que hai sitios como este” comentó Aida Tarrío, una de las personas que frecuenta el lugar para bailar.

Con respecto al aprecio por la cultura gallega Aida Tarrío comentó que “Se é certo que os galegos respectan menos, saben menos sobre a cultura galega que os que están fóra. Se vai a Escocia ou a calquera lugar fóra de Galicia que ten algunha cultura celta, pregu

nta e adora a tradición galega, pero aquí sentías un pouco de rexeitamento, non sei por que, pero iso é o que ocorre”.

Romerías

Otro de los intentos por rescatar la danza gallega y sus tradiciones son las Romerías, celebraciones que se realizan todos los años. Una de las más conocidas se celebra los 17 de mayo por ser el Día de las Letras Gallegas. Es una conmemoración que se institucionalizó e 1963 donde se rinde homenaje a aquellas personas que destaquen por sus creaciones literarias en gallego. También es el pretexto para disfrutar de la comida, música y bailes típicos gallegos. Un intento por vivir como los antepasados por un momento.


Las Romerías son el vestigio de siglos de historia, son un intento por traer de vuelta todo aquello que ayudo a la confirmación de la identidad gallega. No por un afán turístico, sino porque reivindica el folclore de estas tierras. Vuelve el olor a comida de las aldeas, trae consigo el recuerdo de las sonrisas de sus abuelos en las celebraciones de aquellos años.


Por supuesto, en estas instancias el baile es un elemento esencial. Los cuerpos se transforman en una sustancia fluida que da sentido a la historia. Es un momento en donde todo lo que alguna vez fue cotidiano, hoy es respetado como una construcción simbólica de lo que son, de lo que fueron sus abuelos y bis abuelos. Donde también los más pequeños tienen la suerte de gozar, aunque sea pocas veces al año de esa riqueza histórica del campesinado gallego.


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